Saudade: Viaje a las raíces VII

Positive Underground

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 Final: Breve discurso sobre la identidad

Cuando naces en medio del blanco y el negro, o el rojo y el azul, tienes la suerte aprovechable de reconocer lo absurdo que es subirte al tren de una identidad. No te declaras en lucha ni búsqueda de tu identidad puesto que te has dado cuenta de que la misma intención de encontrarla, te separa del resto del mundo, y ese, no es mi objetivo.

La piel y el cuerpo en la que vivo, son solo el vehículo para viajar en esto llamado existencia. Y lo que tengo y lo que sé, y  lo que he aprendido, y lo que aprenderé no son más que herramientas para jugar a esto de vivir. Y que sí, que nos debemos reír de nosotros mismos y de nuestras identificaciones reconociendo que somos parte de un juego que un día todos decidimos crear y por eso vale…

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Buscadores de piezas, el juego más importante del mundo

¿Qué puede suceder si un grupo de niños y niñas que están cooperando para construir un puzzle, empiezan a esconder sus piezas? Si cada constructor/a se lleva su parte y la esconde, la protege, levanta una muralla a su alrededor para que nadie se la arrebate, por miedo a perder la pieza que se le ha dado, estaría transformando esa responsabilidad compartida en un poder vacío. Vacío como el hueco que dejarían todas esas piezas que faltan sobre la mesa donde ese puzzle debería estar constituyéndose. Un poder basado en el tener «algo» que debe ser compartido para que su función cobre mayor sentido y beneficie a toda la comunidad, ya que cada pieza es única pero complementa a su vez a otras piezas que encajarían con ella, y así sucesivamente. Llamemos a ese algo recursos, conocimiento, ciencia, acercamiento a la trascendencia, (teorías, experiencias, religiones…) culturas, lenguas… ¿No estarían esos niños y niñas perdiéndose una forma de conseguir acabar el puzzle? ¿De tener «algo mayor que la suma de sus partes»? Estarían pues ante el trabajo común de una obra que no dejaría a nadie ni nada excluído, ni ningún vacío pues mientras esté en construcción, todo es cuestión de avanzar hacia el mismo objetivo… Pero me preocupaba que si esas piezas no están, si se esconden o se destruyen, el montaje de ese maravilloso puzzle no pudiera darse. Pero no debo olvidar que el escondite y el pilla-pilla también son otras formas de amenizar «el juego». Y deconstruir par a volver a construir, una dinámica muy habitual en nuestro pequeño-infinito Universo. 😊🌌🌎🌏🌍
Reflexiones para una #educaciónHolistica #educaciónIntegral
P.Porteros
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Antes de nada, tú lo eres todo

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Sé tu propia madre

Cuando no estés con ella, y no la tengas cerca

O creas que se ha ido para siempre.

Sé tu propia madre

Siente en tu pecho el amor que crece y se ramifica

Y se extiende hasta el infinito

Y sientas que no cabe dentro de ti

Y en tu vientre la chispa de la vida que echa raíces

Hasta el núcleo de la tierra.

Sé tu propia madre

Y mece a tu niña entre tus brazos

Que sienta que estás segura incluso en el lugar más inhóspito

Que sienta que es amada incondicionalmente solo por existir

Sé madre y cuídate, nútrete de lo necesario, arrópate cuando haga frío

Sé indulgente cuando tropieces y firme cuando tengas que levantarte

Sujétate fuerte en este trayecto y no le des más razón a los desconocidos

Que a tu propia intuición.

Sé tu propia madre

Encuéntrala en tu capacidad creativa

Engendra cosas nuevas

Y regálate caprichos, cubre tus necesidades como trabajo no remunerado

y trabaja cada día para tu bienestar personal, compartiéndolo en colectivo.

Sé feliz sabiendo quién eres y qué eres.

No importa la edad que tengas, necesitas ser tu propia madre.

Y sé tu padre también cuando te falten fuerzas para moverte,

Sé padre cuando no veas solución ante tus problemas y

Pídete consejo, accede a tu sabiduría, emplea tus recursos, despierta tu conciencia.

Sé el padre que nunca estuvo contigo

O el que perdiste

O el que deseas

O el que ya tienes. Búscalo dentro de ti. En el calor que enciende tu sangre

En tu capacidad creadora

En las semillas que vas a plantar, en el fruto que luego cosechas.

Sé quien te proponga el camino

O el motivo de perderte.

Y quien te dé palabras de aliento cuando te falten.

Sé quien te diga “adelante”.

El impulso que necesitas.

Evádete o céntrate cuando debas.

Pídete permiso. Valida lo que sientes, lo que eres.

Procúrate un hogar, allá donde quieras,

Siendo tu propia patria, tu misma tierra.

Sé quien te abrace cuando tienes miedo y cuando sufras de incertidumbre.

Dedícate unas palabras de sosiego.

Háblate desde la confianza y la franqueza,

Desde la comprensión ilimitada.

En el duelo, el desamor, la pérdida… vive valiente la tristeza.

Y disfruta cuando sea posible.

Libérate de todas las cadenas.

Ámate.

Perdónate.

Perdónate por todas las expectativas que cargaste sobre ti misma

Reordénate. Recomponte. Reconstrúyete.

Recoge todas las piezas y reúnelas con paciencia.

Familiarízate contigo.

Sé tu madre, tu padre, tu familia…

Sé.

Porque antes que nada, tú lo eres todo.

 

Patricia Porteros

 

Salvaje

la gruta de jeita en el líbano - maravilla natural

La naturaleza es salvaje.

Y puede ser inhóspita, como yo.

Pero también es madre que amamanta

Con el cabal de los ríos

A todas las bocas sedientas.

 

Pero yo tengo un problema y es que

no identifico mis sueños.

Y hay días en los que siento

una mordaza en la boca

que nadie nunca  me ha puesto.

 

Entonces mi estómago ruge,

pero no de hambre,

no necesita alimento,

sino que las palabras salgan

de algún lugar, y dejen de ser eco.

Desde un pozo que, en algún momento

habría quedado enterrado

por algún derrumbamiento.

Un pozo aparentemente seco.

Y quién busca los pozos

bajo tantos escombros que

se sellan la superficie con silencio.

Sin embargo, el vacío de la tierra está ahí,

deseando ser descubierto,

que le entre el aire y la luz.

que lo desvelen los terremotos

y que lo sacudan todo y provoquen

que las profundidades se abran al movimiento.

porque dentro de nosotros hay muchas grutas

que no percibimos cuando estamos tan quietos.

29 pasos hacia Mí

Éste es un recopilatorio de publicaciones que, aparentemente no tienen mucha relación entre ellas. Me ha hecho ilusión recopilar todas las cosas que se me han pasado por la cabeza, el corazón y el alma los últimos tres años de mi vida porque sí. Porque así como coleccionamos fotografías en álbumes que son testimonio de nuestros momentos más memorables, de nuestro crecimiento y experiencias, yo he querido recoger en esta especie de diario lo mismo pero en palabras. Gracias a las redes sociales que usamos hoy en día, es incluso fácil llevar un seguimiento de nuestro itinerario vital-espero que en el más sano de los sentidos- para ser conscientes de cuánto hemos cambiado, de cómo la vida es transformación.

Aquí lo dejo por si alguien sintiera curiosidad ;).

29 pasos hacia MÍ_RdS Patricia Porteros García

29 pasos hacia MÍ

Sobre lo que nos ofende y lo que no

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El revuelo que ha creado la última publicidad de moda de H&M no ha hecho más que recordarme algo que entendí viendo King Kong… Sí, algo más sobre simios…

Cuando vi King Kong lloré. Lo confieso, me dio pena. Aquel gigantesco gorila despertaba en mí un sentimiento tal de ternura y compasión que no podía más que empatizar con su causa, sentir como él el daño causado por los hombres con hambre de cazar no un animal gigantesco y amenazador, si no cazar lo diferente, lo especial, las fauces de lo enormemente desconocido… aunque mereciera tanto vivir o morir como el omnívoro que aprieta el gatillo para matar a la bestia.

Vale, no seré la única que sufriera por este gran simio. Él es un grandullón que, si bien al principio nos hace temerle por su apabullante ferocidad, poco después nos emociona con su pueril enamoramiento de la minúscula Ann Darrow. Qué bello encuentro entre la fiereza y la delicadeza, entre una tremenda fuerza natural y la vulnerabilidad; qué maravillosa transición de miedo al pavor, y de éste a un extraño brote de afecto y comprensión mutua.

Pero pronto su especial relación con el amor, sea traducida al instinto animal, o sea trasladada al plano espiritual, se ve truncada por los hombres que quieren apresarle y llevarle a Nueva York para que, una vez dominado y domesticado, pueda ofrecerse como un caudaloso espectáculo sin precedentes en la ciudad que nunca puto duerme del mundo.

Llegados a este punto, se ve rápido el motivo de la compasión que despierta este gran simio. ¿No? Y se ve muy claro porque su historia, por fantástica que sea, no es nueva. Es una historia de doble filo, una alegoría que habla sobre cadenas, sobre supremacía racial, sobre explotación… ¿Os va sonando?

He aquí otro motivo para identificarse con la parte débil de la historia, porque King Kong no es sólo el argumento de una película sobre un exótico animal, es la historia de subyugación de todo un colectivo encajada en una fábula de la gran pantalla.

Algunos sólo verán en su trama un planteamiento racista y pro colonial, otros opinarán que la moraleja de este cuento ayuda a comprender y vindicar la desigualdad racial. Eso, para mí, es ahora secundario, porque tras años de estudiarnos desde una perspectiva antropológica, lo que puedo ver es que en las historias tanto unos como otros nos identificamos en un papel determinado. Y que eso, es peligroso. Que nos gusta mucho sentirnos ofendidos, pero también sentirnos poderosos, pero no intercambiar papeles para ponerse en la piel del otro. Porque si de verdad entendiéramos lo que siente el otro, el respeto, la igualdad y la justicia no serían siquiera palabras si no necesidades tan básicas como el respirar.

Lo que nos ofende de anuncios como el de H&M nos puede servir como alerta, como aviso para detectar identificaciones que deberíamos asimilar con mucho cuidado. Aquí todos pueden ver fácilmente el papel de víctima, pero no todas las aberraciones y vejaciones son tan evidentes en la publicidad que consumimos a diario.

Pero aún así, quiero ir más allá. Lo que cuenta para mí es que en una sociedad tan moralista y juiciosa como la nuestra muy pocos quieren ponerse en el papel de verdugo, del que la ha cagado, del que ha emitido la ofensa ya sea a sabiendas o desde el alto pedestal de la ignorancia. Sin necesidad de confesarlo en alto, no vaya a ser que demos  rienda suelta a la humildad, todos hemos juzgado los dos papeles alguna vez en la vida; me refiero, al del dedo que juzga y el juzgado,  al de la guillotina y al de la cabeza cortada. Hace falta valor y mucha ceguera para negar esto. Por eso, sueño con el día en que trascendamos estas “ofensas” y las convirtamos en alertas y no en la primera flecha de un contrincante para continuar la guerra del odio y del miedo. Yo lo digo empezando por mí misma. Porque a mí, “mono” me han llamado alguna que otra vez en la vida, y tal es la fuerza que le damos al calificativo que al final, cuando me miraba en el espejo, algún rasgo que otro sí encontraba… Pero como el parecido de un pelirrojo con el de una zanahoria. Trillada comparación pero IRREAL.

Existen las comparaciones porque tenemos ojos. Existen las interpretaciones porque tenemos inteligencia, intuición, pensamiento y razón  Y existen las ofensas y todo lo demás porque no le damos gran uso a lo anterior para poder compensar.

Más que la estética de una marca de ropa, me molestan las estructuras sociales injustas y violentas en las que tratamos de encajar. Me molesta que se perpetúe el odio al extranjero (algo que todos vamos a ser algún día) desde los políticos que nos representan. Me estremece saber que hay mujeres que todavía no pueden tomar decisiones por sí mismas. Me alarma muchísimo que exista propaganda nacionalista, de cualquier color, y que se disfrace de progresismo. Me irrita de mí misma no saber si lo que me pongo de ropa para ir a trabajar está matando a personas en otra parte del mundo. Me repatea que la educación sea “el último mono” de toda la feria. Eso. ESO me molesta mucho más que el anuncio de H&M.

Quizá quiero arrancar el problema por la raíz y eso no se lleva.

 

 

 

 

A los que perseguimos estelas

 

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Vives en una pequeña caja de cartón con aspecto de habitación de hospital. Sus paredes son color madera clara y el suelo es de terrazo muy desgastado.  Junto a tu cama, la número 85, está la 86 vacía, tras el efecto de sombra azul que crea la cortina que las separa, se filtra cautelosamente la luz del sol.

Si te visito, nunca me hablas, sólo puedo escuchar un sonido que procede de tu pecho, que descubre el tremendo esfuerzo que deben hacer tus pulmones para respirar. Es un horrible sonido que me hace huir de esa habitación en búsqueda de alguien que pueda explicarme si esto es normal. Si tu cuerpo se apaga con tanto ruido. Si es necesario que estés tan dormida. Si no quisieras acaso decirnos algo más.

Tú siempre has querido tener la última palabra.

—Quédate conmigo—me pediste una vez. En aquella cocina destartalada donde aprendería a hacer las tareas de casa que más me gustan, limpiar y cocinar, en los siguientes veranos.

Y yo no quería. Porque una cosa era amarte como a una madre y otra cosa era quedarme,  porque aquello significaba aceptar que debía entrar en una familia nueva. Una familia donde ya no estaba mi madre. Y no osaba ni imaginármelo.  Yo quería seguir rondando entre otras casas sin quedarme mucho tiempo para poder perseguir su estela, volviendo al lugar donde pasé mi primera infancia con ella. Y mi plan era rebuscar, mendigar al tiempo un pasado resuelto al oler de nuevo sus prendas de ropa y revisar sus efectos personales, pudiendo incluso descubrir alguna prueba de que no se había marchado de verdad.

Resulta chocante cuánta nostalgia puedes sentir siendo una niña. No sabes dónde meter toda esa masa que oprime tu pecho  hasta sentir que pesas tanto como el mundo. Y sientes que nadie puede acompañarte ni cargar con un poco de ese peso. Y te sientes tan sola que empiezas a hacerte a la idea de que eres un extraterrestre.

Y a mí me costó mucho compartir. Llevé mi peso a cuestas durante mucho tiempo, como un caracol, para que, en caso de tormenta, pudiera resguardarme dentro. Eran mis recuerdos, mi historia.

Pero al final me quedé, tía, a pesar de ser un caracol y vosotros una cálida y acogedora manada. Y han pasado 17 años y en esa pequeña caja de cartón con forma de habitación de hospital, donde permanentemente estás a punto de despegar, soy incapaz de pedirte lo mismo, ni que te quedes, ni que te marches.

No lo sé y esa es la verdad. La verdad también es que esta caja de cartón también tiene aspecto de sala de espera con la misma luz de la primera hora de la mañana en que los turnos empiezan o terminan… ¿Cuál es tu turno?

Estoy ansiosa de saber. Me siento culpable por querer saber, pero quiero saber. ¿A dónde te vas? ¿A dónde se fueron los demás? ¿Por qué así? ¿Por qué ya no eres tú? ¿Por qué ya no puedo aceptarlo?

Puede que vaya a costarme cerrar esta brecha que deja tu partida porque nos pusimos la peor de las vendas: la venda que te deja ver qué está ocurriendo sin dejar de llevarla puesta en los ojos… de manera que decides tú qué quieres o no ver.

La muerte no enseña nada que no quieras aprender. No es garantía de nada ni garantía para nadie. Pero sí puedes notar cómo salen a la superficie las cuestiones pendientes, las tensiones de la guerra fría, los sueños que no se atraparon con la insistencia adecuada…

No. La muerte no enseña pero tú sí puedes aprender. Y esta vez es diferente porque sé que no voy a perseguir otra estela. Ya he entendido que los olores de desvanecerán y tocar tu ropa se convertirá en un ritual carente de sentido tal y como sucedió con mi madre. Y me preparo mentalmente para ello.

Por eso, mientras duermes cada vez más profundamente coloco las manos en tu rostro que ahora se me antoja como el de un recién nacido. “¿Es eso? ¿Volverás a nacer?”. Algo atraviesa mi garganta tras reconocer que no vas a responderme jamás.

Me duelen todas las palabras, pero sigo. Acaricio tus brazos y tus manos tan maestras para cuidar a los demás y ahora tan mansas y dormidas también. Me despido poco a poco de tu tacto, de tu calor, de la energía vital que un día le dio vida a tu cuerpo. También me pregunto si estoy entera o si estoy derrumbándome pues no distingo la sensación.

Cuando entran las enfermeras a las que he pedido ayuda me miran con una compasión aséptica, y me explican que lo que escucho en tu respiración es “normal”. Vuelven a colocar otra dosis de morfina. Nos queda esperar.

No puedo creer que estemos ayudándote a marchar. No entiendo lo que pasa y me desespera. Me rebelo contra esto que llaman medicina. No puedo confiar. No puedo evitar pensar que lo han estropeado todo…

Sé que me falta fe. Pero se pide mucho para tenerla a veces.

Llega la noche y  en esta pequeña caja de cartón con aspecto de habitación de hospital estamos yo y mi duelo. Porque tú, creo que felizmente, ya no estás.

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Sleep as Indicated by the Hovering Winged Figure-Brian Kershisnik

Hoy aprendí algo más sobre mí. Y como cada vez que realizo un nuevo hallazgo en mí misma, lo escribo por aquí, en Las raíces de Saudade, donde recupero todo el instinto y la sabiduría que un día perdí (o eso creía).

Os voy a confesar algo: tengo miedo al conflicto. Le tengo pánico. No es que no lo supiera antes pero simplemente es una realidad que no me permitía ver. Temo a la confrontación de las ideas, le temo aún más al momento en que tengo que defender mis ideas y mis deseos frente a las ideas y deseos que otros quieran pacíficamente compartir o imponerme. Lo cierto es que no importa la naturaleza de las intenciones de los demás, si positivas o negativas, si aportadoras y complementarias o impositivas… Yo, le tengo miedo a los desencuentros.

La consecuencia de esto es que, para evitarlos, a veces hago lo contrario de lo que quiero hacer, algo que provoca un cortocircuito que te cagas en mi sistema. Entro en colapso y para tomar cualquier decisión me veo negra (más de lo que ya soy).

Me he dado cuenta de este dato estudiándome a mí misma, a través de la terapia que se crea de escuchar tus propias respuestas ante las preguntas que más te incomodan. ¿Qué quieres hacer realmente en tu vida? ¿Estás aplicándolo de verdad? Y si no es así, ¿por qué?

Es un proceso sencillo mediante el cual, si te autorespondes con sinceridad, acabas sacando a la luz los verdaderos motivos y soluciones de lo que te produce malestar. Son cosas que no te gustan porque, claro, al final te das cuenta de que tu entorno no tiene la culpa de cómo te sientes tú ni de cuán placentera o sufrible transcurre tu vida.

Pues en esta tesitura me encuentro, descubriendo de mí mi obcecada obsesión por mantener la paz. Todo lo que hago, cómo lo hago, lo hago para mantener mi paz mental. Una paz a medias, a ciegas y a expensas de negar tanto mi instinto y bloquear ciertas emociones que, al final, el molde acaba por darse de sí. ¿Qué quiero decir con esto?

¿Sabéis esa niña asustada ante una fuerte discusión de sus padres que se encierra en su cuarto para no escucharles? Para no sufrir el torrente emocional que le produce esa situación de tensión, incomodidad, tristeza, angustia y ruptura de… adivinad qué, paz. Esa niña que se tapa los oídos o se pone música para así evitar que esa lamentable situación le afecte. Trabaja con su imaginación y fantasía y viaja por otros mundos para no estar ahí, en un campo de batalla. Al final la niña se puede acostumbrar a esa práctica, puede dejar de escuchar sus verdaderas emociones en pos de la tranquilidad de un “mundo feliz”. Pero no por ello esas emociones van a dejar de existir. Peor aún, se van a contener en un muro que, como el de Berlin, separará dos realidades de un mismo ser. El muro la separará de sí misma, la disociará hasta no saber distinguir entre cómo se siente ella y cómo quisiera sentirse en un mundo irreal.

En fin, esa niña soy yo. Sólo que hace rato ya que dejé de ser niña. Y ahora que ha caído este telón, he empezado nuevo capítulo en mi proceso de desarrollo personal. Lo titularía “Mi historia personal”, del Manual de cómo ser humano y no morir en el intento. En esta parte del libro es cuando toca enfrentarse a un nuevo “enemigo”: las emociones fuertes.

Le echo un poco más de coraje (no ovarios porque me gusta tenerlos dentro de la matriz) y os confieso otra cosa. Tengo el síndrome del disco rayado. Ese sonido destripado que sonaba con los tocadiscos cuando la aguja rallaba el vinilo y la canción se cortaba. Un recurso auditivo muy usado en el cine. En fin, yo voy con mi canción feliz todo el día y si algo disturba mi paz—yo que sé, por ejemplo, hoy la HBO ha decidido no publicar el último episodio de Juego de Tronos—  Zraska! ya se ha rayado el disco. Equilibrio de chakras interrumpido. Ya no fluyo. Todo mi bienestar, basado en la programación televisiva de hoy, se ha ido al garete. Entonces, internamente escucho el scratch  del vinilo  y se jode la canción. Espero que me entendáis.

Esta expresión inventada mía también tiene otra variante que es la de repetir cada día la misma canción, una y otra vez, sin variar. Pero ese es otro tema, el de patrones que se repiten en mi vida, del cual, mejor hablaré otro día.

¿Es sano basar toda tu estabilidad en un solo factor? No. ¿Se pueden evitar siempre todos los conflictos? Tampoco.  Entonces, ¿qué se puede hacer?

El caso es que reconocer este síndrome me hace entender mi debilidad. Me hace ver que valoro la calidad de mi vida en función de la tranquilidad y equilibrio que pueda obtener de ella. Y cuando algo se tuerce un poco, yo también.

Pero es posible superar esto con el juego pregunta-respuesta del que os hablaba, sucede lo siguiente:

¿Por qué busco la paz a toda costa? Porque en mi memoria,  clasifico las situaciones de ausencia de paz como desagradables, desesperantes, angustiantes, causantes de infelicidad…

¿Pero las situaciones son desagradables, desesperantes y angustiantes? No, es como interpretamos nosotros mismos que son. Es cómo yo interpreto o permito que  me hagan sentir.

¿Y qué situaciones pueden provocar esto? Sobre todo, para mí, las discusiones y los enfrentamientos. A veces incluso, ciertos diálogos que considero pueden llegar a evolucionar a discusión.

Pero ¿un diálogo es una situación conflictiva? No, pero el miedo siempre me lleva a exagerar y a adelantarme, a prejuzgar a las personas y a las situaciones y a prevenirme ante cualquier sensación de pérdida de control, de bienestar y de equilibrio.

Pero ese equilibrio no es real… No, no lo es. Puede que en la realidad que yo invento, muy subjetiva y parcial, no exista el conflicto y el equilibrio sea permanente pero en la otra realidad, siento lo que siento y no lo puedo evitar.

¿Qué es lo que quieres evitar normalmente? Emociones como la ira o la agresividad.

¿Por qué? ¿Qué les pasa? Que son emociones fuertes, que estallan y llenan de metralla a todo lo que esté cerca. Si las vivo yo, me hacen perder el control y alejarme de los demás. Si las percibo en los demás, hacen que me aleje y sólo me relacione con esas personas de una manera superficial, sin afrontar su  verdadera naturaleza, que es también la mía.

Por lo tanto, ¿te estás negando algo de ti misma que es natural? Sí. He vivido hasta ahora como si no existiera en mí la agresividad o la ira. Las reprimo.

¿Y vale la pena? No.

¿Por qué no? Me hacen experimentar el mundo a medias, sin intensidad y a medio gas, medio falso. Si experimento así el mundo significa que me experimento así a mí misma y a los demás.

Sabiendo esto ¿Qué quieres hacer? Cambiar esta manera medio pasiva de existir.

¿Cómo lo vas a hacer? Experimentando las emociones que reprimo. La ira, por ejemplo,  porque precisamente cuando la dejo traspasar el muro de contención, se hace más pasajera. También voy aceptar que cada día hay muchas cosas que pueden perturbar la “paz” pero sólo si yo permito que eso suceda, cuando sé separar los hechos de las emociones que yo interpreto que me hacen sentir.  Y es legítimo tanto experimentar la ruptura del equilibrio como  el querer mantenerlo. Hemos venido aquí a jugar, ¿no? Puedo escoger sufrirlo o disfrutarlo, pero al menos, ser consciente de que soy yo quien escojo. Del disco puedo escuchar la canción más placentera o la más machacona.

Podría seguir y seguir, porque el autoconocimiento es un pozo sin fondo. Sin embargo, a cada capítulo nuevo, se necesitan muchas páginas que asimilar.

Como siempre, “lo que es adentro, es afuera”. Vivimos una época en la que la paz es algo que todavía se concibe de manera muy superficial. Habiendo descubierto esta realidad en mí, que temo al conflicto pero que no es algo que deba evitar si no afrontar con aplomo; también descubro otra manera de observar el conflicto social y colectivo en el presente. Y mi conclusión es que, si lo real debe salir a la superficie, y si lo real son viejos patrones de miedos, violencia y dolor, pues que así sea,  que no se reprima,  mejor experimentarlo que vivir en la inconsciencia. Quizá así lo superaremos definitivamente. Quizá así evolucionamos juntos…

¿Y tú? ¿Cuál es tu “emoción reprimida”? (Dime cómo te emocionas y te diré quién eres)

 

Patricia Porteros

Libros recomendables para crecer:

  • Educación holística. La pedagogía del siglo XXI, de Ana Mª González Garza
  • Inteligencia emocional, Daniel Goleman.
  • El eneagrama como método de autodescubrimiento, de Don Richard Riso y Russ Hudson
  • El concepto del continuum, de Jean Liedloff

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Esa paz superficial

Un hombre africano en Barcelona ¿Y usted qué opina sobre la independencia?

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Dorin Kingue Elessa es hombre de respuesta pausada pero de claro pensamiento. Conversamos mientras se oyen de fondo las noticias de la TV y se pone al día de lo que sucede en el mundo desde el lugar que más aprecia en su vida, su propia casa.

Nació en Duala, ciudad portuaria de Camerún, el 1 de marzo de 1955. Fue el primer hijo de Marie, segunda esposa de Clement Kingue. A los 25 años decide marchar de su país natal para seguir formándose. En el 82 pisó por primera vez Barcelona y, aunque en su plan de ruta su próximo destino era Canadá, las circunstancias cambiaron sus planes de vida. Finalmente se quedó en España donde conoció y se casó con su mujer, Carmen. Tras más de 20 años de trabajo en el sector del transporte como autónomo, fue diagnosticado de un tumor que le impediría seguir ejerciendo su actividad laboral. Y ahora, a sus 62 años, permanece consagrado a su familia y su música, deseando ver prosperar a sus hijos en la ciudad catalana. A pesar de las dificultades, ahora su tiempo se transforma en una curiosa oportunidad para realizar algunos de sus objetivos, como el de grabar su propio disco I’m alive (estoy vivo). Hoy le entrevisto para sacar a la luz algunos de sus pensamientos y su mirada sobre el momento presente, una mirada que atraviesa dos continentes, África y Europa.

¿Te gusta vivir en España?

Sí, más que en Francia y por eso estoy aquí.

¿Por qué decidiste vivir aquí?

Al principio, mi plan era estudiar en Canadá. Incluso pagué más de la mitad de la carrera de ingeniería allí, pero enfermé. Me ingresaron en un hospital de Barcelona durante un mes y 25 días por una úlcera e inflamación del aparato digestivo. Me quedé muy débil y tuve que recibir tratamiento durante un año. Luego empecé a hacer mi vida en esta ciudad… hasta ahora.

 Y has conocido costumbres e historia de dos países y dos continentes distintos. ¿Qué tiene y qué le falta a Europa?

Le falta humanidad. Y tiene mucho de individualismo.

Quizá porque en su día se fundó en base a un acuerdo económico y no por fraternidad. ¿Sucede así con las comunidades africanas?

Es que directamente la sociedad africana es así. En casi todas las comunidades, crecemos unidos. Hoy comes en tu casa pero mañana en casa de otro y sientes la seguridad de que te pueden abrir las puertas de otras casas. Allí no existen guarderías. Si una madre no puede cuidar de su hijo, la vecina de enfrente se queda con él, le da de comer, le baña y le cuida hasta que la madre vuelve a por él.

¿Tiene la mujer mucha importancia allí?

Sí, pero también hay mucho machismo en África…

¿Por qué?

No te puedo decir por qué… nos han educado así durante mucho tiempo. Es nuestra generación la que está cambiando las cosas. Los que entienden y QUIEREN ese cambio.

Mi hermana, por ejemplo decidió no casarse para ser más autónoma pero durante mucho tiempo fue muy juzgada. La sociedad allí mira con malos ojos a una mujer soltera, pero las cosas están cambiando.

¿Cómo has vivido ese machismo en Duala? ¿En qué lo notabas?

La mujer estaba siempre en la cocina.

¿Y eso lo ves como algo malo?

Si cocina, que cocine pera ella y que pueda ser dueña de su propia casa. Yo creo que debe estudiar y depender de sí misma. Mi madre trabajaba pero estaba sometida a mi padre.

¿De qué manera estaba sometida?

De todas las maneras. Él se casó con otra mujer antes de mi madre y luego la escogió a ella porque quería una mujer que supiera leer.

Fue mi madre quien me enseñó a leer, escribir, sumar y multiplicar… entre otras muchas cosas.

¿Te viene alguna palabra o alguna de sus enseñanzas a la mente ahora mismo?

Ella me decía que nada es eterno, que todo lo que empieza acaba en un momento. Tengo una canción que habla sobre ello. El título es Iden i christen (ateo) y dice: “Nada es eterno, tú me lo decías. Las montañas se derrumban. El agua se abre si de dios es voluntad. Y nosotros, sólo estamos de paso”.

Debiste de sentir mucho contraste al llegar aquí.

Yo siempre me adapto. Intento entender lo que tengo delante de mí, pero ciertamente me chocaban ciertas cosas. Aquí las mujeres podían hablar de tú a tú a los hombres, no era algo con lo que hubiera crecido en Camerún.

Volviendo a cruzar algunos kilómetros. ¿Qué es lo que más aprecias de Europa?

La democracia que no tengo en mi país.

¿Qué significa para ti la democracia?

La justicia. Este es un sistema donde al menos hay un poco más de justicia que en otros sistemas.

¿Qué sucede en tu país, Camerún, para que no se pueda aplicar este sistema?

Lo que sucede en la mayoría de países africanos, que sus dirigentes están colocados por el país que fue su colonizador para salvaguardar sus propios intereses. Desde los países europeos colocan a presidentes nativos pero los convierten en los vigilantes de su “finca”.

Hay mucha injusticia. El presidente de Camerún, por ejemplo, lleva ya más de 30 años en el poder. Cada vez que convocan elecciones aparece de nuevo electo cuando es el personaje más odiado del país. Su familias, sus amigos, su tribu…. Son los que lo dirigen todo.

En Camerún hay más de 230 tribus. ¿Cómo se han mantenido unidas?

El colonialismo impuso su idioma pero no pudo cambiar la diversidad. En nuestro caso, fue la lengua francesa y en otra región de Camerún se puso el inglés.

 ¿Cómo fue allí el proceso de descolonización?

Sangrante, más que en otros países. Hubo una lucha y cameruneses comunistas, socialistas, se levantaron para echar a los franceses. Pero aquello fue un exterminio.

Tú eras sólo un niño ¿Qué recuerdas?

A muchos militares en la calle. A los revolucionarios los llamaban “terroristas”. Nos hicieron creer esto. Los cogían y los fusilaban. Más tarde nos dimos cuenta de que eran los mejores hombres que teníamos en la tierra, los que habían luchado por liberarla con el apoyo de la URSS. Por entonces, la potencia que apoyaba la causa.

Con el exterminio de los intelectuales, el presidente Charles De Gaulle (Francia) dio paso a la independencia. Pero como líder escogieron a una marioneta, Ahmadou Ahidjo, un hombre que trajeron del Norte de Camerún  y que apenas había escuchado hablar sobre la independencia y la revolución, y lo escogieron como presidente.

El 1 de enero de 1960 Camerún obtuvo la independencia.

A través de una horrible estrategia.

Es lo que ha pasado en todos los países. Cuando Ahmadou Ahidjo empezó a preocuparse de su pueblo, le apartaron de su puesto en el poder. Le hicieron creer que tenía un cáncer terminal, y tuvo que escoger a otro mandatario.

Cuando se dio cuenta de la mentira, después de acudir a otro médico, ya fue demasiado tarde. Intentó realizar un golpe de Estado que no llegó a funcionar. Todo el país se prefería al nuevo, que venía con muchas promesas.

Siendo testigo de todo esto ¿qué le debe Europa a África?

Mucho. África está como está por el pillaje europeo. Está corrompida y es corrupta por la mano de occidente. Se controlan sus administraciones para controlar los recursos que existen en esta tierra. Entran en el país, consiguen establecer un acuerdo con su líder y extraen lo que quieren, declarando lo que les da la gana.

¿Cómo pueden estos países remendar el daño causado al continente africano?

Simplemente no pueden. La reparación sólo depende del africano, de las futuras generaciones, de su mentalidad y su lucha. Pero no se puede hacer desde aquí (Europa). La gente de occidente no va a hacer que África se desarrolle, el continente más rico que hay, por cierto. Francia vende uranio, pero no tiene. Lo extrae de África. Y a qué precio…

En un país como la República Democrática del Congo, por ejemplo, siempre se vive en conflicto por su riqueza. Sus dirigentes cambian constantemente entre golpes de estado y dictaduras y siempre acechan las guerrillas armadas. Tienen grandes reservas de minerales y recursos naturales, diamantes, coltan… Y la miseria de su país es a causa de su misma riqueza.

Qué paradójico.

Sí.

Dejaste Camerún con 25 años, después de viajar por varios países, tenías planificado irte una temporada a Francia y finalmente Canadá ¿Por qué te quedaste en Barcelona?

Me gusta vivir en Barcelona, el tiempo que hace aquí, la amabilidad de la gente, muy atenta a lo que le suceden a otras personas.

¿Y con todo esto que está pasando en Cataluña?

No, con esto no estoy tranquilo.

¿Por qué?

Porque no me gusta el separatismo. Está en juego la estabilidad de un pueblo.

Pero es un pueblo que ideológicamente está dividido.

Todos los pueblos están divididos de la misma forma pero hace falta ser inteligente y pensar en el futuro, sabiendo que sólo unidos la gente puede vivir mejor. Hay mucha gente que es egoísta y sólo piensa en sus bolsillos.

Pero ¿qué pasa con la gente que no tiene nada y aun así prefieren autodeterminarse,  optar a formar parte de una república?

Entonces hablamos de luchar por la igualdad, no por la separación, porque aunque este pueblo se independice, los cuatro que están robando seguirían así y el pobre seguiría siendo pobre.

¿Cómo debe ser esa lucha entonces?

De la misma forma que ahora pero, en vez de referendar por la división, hacerlo por la aplicación de los derechos básicos. En la constitución aparece que todo español tiene derecho a un techo y eso tampoco lo están respetando. Si saliéramos para reivindicar esto con la misma fuerza… seguro arreglarían algo.

Muchos que están en la calle no saben por qué luchan. Algunos luchan por una persona que ya tiene asegurada su riqueza en su banco.

¿Por qué crees que debemos luchar?

Para que todo el mundo tenga una casa. Para que los sueldos se revisaran… El liberalismo económico no debería llevar enfrentar personas con personas. Vivimos en un sistema el que, mientras unos ganan tantísimo dinero, otros duermen en cajeros automáticos… eso no puede ser legal.

¿Qué es para ti la ley?

Una herramienta que ayuda a convivir en paz a la humanidad, a respetarse mutuamente y en el entorno donde vive. O algo que, al menos, debería ayudarnos a alcanzar ese fin.

¿Y cuál crees que es el siguiente paso para el progreso de esta humanidad?

Preocuparse realmente de que todo el mundo tenga las mismas oportunidades: una casa, poder estudiar y, sobre todo, saber orientar a los niños y niñas según las necesidades del país. Es lo que va a tener que pasar en estos países europeos. Si todo el mundo tiene un título universitario pero nadie sabe poner una bombilla…

¿Te sientes afín a algún partido político actual? ¿Alguno que te haga creer que eso es posible?

No…. Creo que todos miran sus bolsillos. El hombre es imperfecto y el mundo, materialista.

Pero te decantas por una tendencia social…

Es que nacemos con esto. Todos nacemos socialistas. Empieza en la familia, cuando una madre intenta que no les falte nada de comer a cada uno de sus hijos. Pero si los mismos padres inculcan actitudes egoístas en ellos…

 

 

Entrevista: Patricia Porteros

 

La niña-chamán sabe

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La niña-chamán sabe que los días dan paso a la noche

Que las bestias aparecen entonces

Y arañan los muros que erigen los pequeños hombres

Que la lucha contra lo natural es baldía

Que debe salir el terror de las cuevas y dispersarse.

Y mientras la Tierra entera se estremece…

La niña juega con los fantasmas de la madre y el padre.

danzan en su hoguera divertidos entre las cenizas

ella les canta, se desnuda y se pinta con sangre caliente,

creadora, vertida en el ciclo de muerte-vida-muerte

Ellos le explican las historias del tiempo y

Crujen los árboles y los troncos ardientes lanzan esquirlas

Cuando las bestias luchan entre ellas,

La niña se aparta, no tiene miedo, y observa

el combate pacientemente. Toma parte, pero no ve vencedor.

Sólo puede ver, a través de la muerte, la transformación.

La niña bendice el humo, se consagra al antiguo fuego

Y se calienta con la lumbre que ella misma ha hecho.

Se construye la cabaña con las ramas caídas de sus hermanos

Embriagada, la niña entra en trance descontrolado.

Cuando duerme, respira al mismo ritmo que el Universo

Por eso, ella sabe, por lo que le enseñan sus ancestros

Se mueve por los pasillos que cruzan las dimensiones,

se encuentra a sí misma.

Entiende el fin de las cosas.

Abraza el fin del mundo como su nacimiento.